Me expongo demasiado.
Hago míos los problemas de mis amigos. No me bastan con los propios. No, si les veo sufrir, si les veo deprimidos me puede el no tenderles la mano. El no decirles que estoy para ellos por y cuando me necesiten.
No lo hago porque espere que ellos me correspondan de igual manera. La amistad, para mi, no consiste en eso. Consiste en dar lo que tienes, lo mejor que hay en ti por ellos. Sin preguntas y sin dudas. Aceptarlos tal y como son, en sus buenos y malos momentos. Sin juzgarlos. Consiste en quererlos por su perfecta imperfección.
Pero me expongo demasiado. Y es posible que no debiera. Sin embargo no sé ser de otra manera. Tampoco estoy segura que me gustase serlo.
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