Me encontraba en mi habitación. Sentada en la misma silla en la que cada noche intercambiaba palabras con mis amigos. Edu estaba sentado frente a mi en el borde de mi cama. Había estado mirándome en silencio durante un rato.
– ¿Esa silla ha sido testigo de muchos juegos contigo misma?
– De alguno que otro, sí.
– ¿Cómo sueles empezar?
– Bueno, ya me conoces... no hace falta mucho para calentarme. ¿Quieres que te enseñe como lo hago? - Asiente. - Bien pero tendrás que ofrecer algo a cambio.
– ¿Cómo qué?
– Cuéntame qué te imaginabas haciéndome cuando te masturbaste pensando en mi... - Sonrió.
– Bien... Ya sabes que te dije que me iba a jugar a la wii pero no cogí el mando duro del juego cogí mi propio mando. Me fui al baño mientras te imaginaba desnuda con esos dos grandes pechos delante de mi, casi sentía que solo tenía que alargar una mano para tocarlos... - Levanté la camiseta de tirantes que llevaba y sacándola por la cabeza la tiré lejos... el sujetador de encaje apenas las podía contener. - Puff, sí siempre pensé que eran así, Nat... ¿puedo?
– No... sigue. - Le sonreí pícaramente hasta el gesto de refunfuño que apareció en su rostro.
– El caso es que sentía que me moría al imaginarme tocándotelas... si justo como estás haciendo, sácatelas por encima del sujetador, por favor. - Esta vez hice lo que me pedía y mis pechos quedaron colgando por encima de las copas del sostén. Un gemido se escapó de su garganta y le vi bajarse rápidamente la cremallera de sus vaqueros y sacarse la polla que ya para ese momento estaba empezando a recobrar la rigidez que había perdido desde que se la notase como una piedra en el coche hasta que entramos por la puerta de casa. - Tócatelas ahora para mi... - de nuevo obedecí, empezando a pellizcarme los pezones y a magrearme. Notaba mi chochito caliente y mojado. Le hice un gesto para que continuase. - Pensé en lo sensacional que sería que te arrodillaras ante mi y me dejaras hundir mi polla entre tus tetas, como te dije me encantan las cubanas y desde que te conocí en persona hace unos meses llegué a la conclusión de que tu tienes dos buenas herramientas para hacerlas. Me imaginé que la metía entre tus carnes y que estabas caliente y que iba y venia por tu canal. Me imaginaba tu boca dando pequeños besos a mi glande cuando subía y la aproximaba a ella. A cada momento estaba más duro y no me fue difícil pensar que mientras hacías esto deslizabas una de tus manos hasta tu coñito y te empezabas a hacer un dedo... - Me miró suplicante, así que me levante de la silla para deslizar por mis caderas la falda, pronto mi sexo quedó al descubierto. Había sido una buena idea no llevar ropa interior. Me volví a sentar de tal manera que tenía completa visión de todo mi sexo, que a estas altura ya brillaba completamente empapado por mis flujos. Deslicé un dedo por su superficie y mojado como salió me lo metí en la boca, como si estuviera chupando una piruleta. - ¡Dios, niña por favor déjame...
– No... sé bueno y sigue.
– Seré bueno pero tu eres el mismo diablo... - Me reí ante esta afirmación. - Pues eso, me imaginaba que te estabas haciendo un dedo y mi mente se desbocó. Me vi a mi mismo poniéndote doblada sobre el mueble del lavabo y metiéndola hasta los cojones. Estabas tan mojada que era como hundirla en mantequilla... Tenías todo el coño chorreando y los jugos te empapaban también el agujero del culo, así que pensé en lo que me habías dicho de que te gusta que te la metan por detrás y probé a ver si mis dedos, dos de ellos, entraban con facilidad. - Él había pensado meterme dos dedos por el culo, a estas alturas yo tenía tres incrustados en mi conejo, notaba el clítoris duro como un garbanzo y cada roce estaba a punto de hacerme llegar a un sublime orgasmo. Mis ojos se entrecerraban y sentía las mejillas ruborizadas. Entre los párpados veía su inhiesta polla alzarse ante mi. Su mano recorría el tronco de la misma que se empezaba a humedecer con el líquido pre seminal.
– ¿Y entraban?
– Ya lo creo. Pensé que si ellos lo hacían con tanta facilidad quizá lo otro pudiera hacerlo de la misma manera, así que la saqué y empecé a clavártela. Al principio fue un poco complicado y gemías pero no tenía claro si era de dolor o placer o de ambas cosas. El caso es que finalmente lo logré, y me suplicabas que te la metiese más duro... No sé como pude imaginarme como sería perforarte el culo, Cris nunca me ha dejado pero sentí que era como si algo me la aprisionara fuerte. Tenía la polla dura como el pedernal, solo tu me la has puesto así y realmente no quiero ni pensar qué signifique eso.
– Mejor, no lo pienses. ¿Así que te pone cachondo imaginar que me rompes el culo? - Murmuré sin apenas voz.
– ¡Dios ya lo creo!
– Mucho tendrás que contarme muchas cosas más para que consigas entrar por mi puerta de atrás. - Le dije medio en broma retándole. Pero ni siquiera tuve tiempo de verlo de lo rápido que se movió. De repente y en apenas dos segundos se levantó y le tuve en pie frente a mi. Sus dos poderosos brazos me arrancaron de la silla y en un instante me tiró sobre el colchón. Con un único y experto movimiento (creo que las prisas le habían pulido sus ya de por sí excelentes habilidades) me abrió de nuevo las piernas. Recurrió con la punta de su polla mi coño y me arrancó unos gemidos incontenibles. Le fui notando como se metía en mi y la sensación de aquel trozo de carne recorriendo mis entrañas fue tan intensa que clave las uñas en su espalda mientras dejaba escapar un grito de placer... - Ya verás niña perversa, no cedías ante mis súplicas. Bien ahora serás tu la que me ruegue que no deje de follarte. - No dije ni una palabra pero incrusté mis labios en los suyos en un beso lleno de saliva.
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