jueves, 23 de junio de 2011

El sueño de una noche de iniverno II

POR VER LAS ESTRELLAS

Tumbada en su cama rememoraba los acontecimientos de hacia tan solo tres días. Había oído a Alex entrar en casa todas las noches, le había sentido detenerse en el rellano, sabía que indeciso. Sabía que quería llamarla pero que no se atrevía. El chico era tímido cuando quería. Suspiró. Fue genial... Supo ver que para Alex aquella noche lo más importante no fue él y su propia satisfacción (que la obtuvo, no cabía duda) sino la de ella.

Se levantó para mirarse en el espejo fijamente. Poco a poco se fue inclinando hasta apoyar la frente en el frío cristal. Como queriendo refrescar sus ideas. No tenía claro porqué tenía dudas. Ni él le había pedido un compromiso ni ella lo quería. Eran vecinos con derecho a pedirse sal, azucar, leche y sexo... Eso parecía haber quedado claro.

Cada uno seguiría con su vida cotidiana sin procurar atosigar pero si cuando él o ella tuvieran ganas se lo proponían y no habia impedimentos no le importaría en absoluto volver a sentirle dentro de ella.

Era un chico simpático... Atractivo. Inteligente y con sentido del humor. Y un genio en la cama. Y por ahora le bastaba y le sobraba con eso.


Cris lleva tres días callada. Esperaba que no se estuviera echando atrás. Había momentos en que cuando despertaba esperaba encontrarla como esa mañana. Dormida en su cama. La despertó con un beso en la frente mientras la susurraba que tenía el desayuno en la cocina. Café recién hecho y tostadas. Sencillo pero revitalizador.

Luego ella salió por la puerta dandole un suave beso y con una sonrisa se despidió.

La tercera noche fue él quien decidió romper de nuevo el hielo. Llamó a su timbre y ella le abrió vestida con unos pantalones de chándal y una camiseta de manga corta con el escudo del Mallorca. Definitivamente esa chica le caía bien... y además iba a coger un pasmo...

  • Ven quiero enseñarte algo... - Le dijo. Ella tuvo el tiempo suficiente para coger sus llaves, la chaqueta de su vestimenta deportiva, cerrar la puerta y ser arrastrada al interior de la casa de él. Su mano era firme y no parecía tener dudas sobre donde llevarla.

A la terraza.

  • Me gusta mirar y estudiar el universo, las estrellas. Este es mi telescopio favorito, es un modelo Meade pero no te preocupes que no te voy a aburrir contandote sus características. Mira a través de él... - La muchacha se inclinó para hacerlo sin decir una palabra. Él se situó tras ella, apoyando su cuerpo en el de Cris. - La estrella que ves justo en frente es Regulus es una de las estrellas más importante de mi constelación, la constelación de Leo. ¿Cuál es la tuya?
  • Cumplo años el 18 de noviembre. Soy Escorpio. - Él asintió. De todas formas volvió a mover el telescopio.
  • Bueno ahora no se pueden ver pero las estrellas más importantes de tu signo son Antares, Dschubba, Saragas y Shaula, estrellas a las que les va más el verano.
  • ¿A qué has enfocado ahora? - Le preguntó
  • A Saturno. - Ella volvió a inclinarse en un ángulo más acentuado que intensificó el contacto de su cuerpo con el de él. Alex se aproximó más a la muchacha – De todas formas ¿conoces la historia de tu signo? de Orión, el hijo del dios Neptuno. - Ella se movió impercepciblemente hacia atrás apoyando su firme trasero en la pelvis de Alex.
  • No... ¿quieres contármela? - Susurró la muchacha sin levantar la vista del telescopio. Él sonrió y le acarició suavemente el nacimiento de su pelo en el cuello.
  • ¿Quieres tú que te la cuente? - Esa vez ella se levantó y apoyó su cuerpo contra el de él que la estrechó entre sus brazos.
  • Suena interesante pero ¿tiene que ser ahora? - Fue su clara y contundente respuesta.
  • No... puede ser despues.
  • Pues que sea despues.


Su espalda apoyada contra la pared de ladrillo de la terraza mientras sentía como sus manos se adentraban por debajo de la tela de la camisa hasta llegar a su objetivo. Su respiración agitada mientras le notaba acariciarla con suavidad pero sin titubeos. Mientras con la punta de la lengua trazaba recorridos en la cara interna de su cuello. La hacia derretirse.

Su mente era un maremagnum de pensamientos inconexos. De vez en cuando un estremecimiento le recorría la columna vertebral y de su boca escapaba un gemido quedo... aún tenía el suficiente dominio sobre sí misma como para no ponerse a gritar que era lo que realmente deseaba.

Cris abrió los ojos cuando le notó deshacer el nudo del cordón que le sujetaba el pantalón. Su pelvis hizo un movimiento casi indetectable para darle mejor acceso hacia el nuevo objetivo de su mano. Y de repente, en un santiamén se encontró con que sus dedos se sumergían en su sexo. Acariciando y pellizcando con pericia cada rincón... mientras que la mano izquierda seguía ocupada en continuar mortificando sus pechos... No había necesitado mucho tiempo para averiguar que eran uno de sus puntos más sensibles.

Sus dedos abandoraron su clítoris para adentrase en ella. Un jadeo trató de escapar de su boca pero el lo acalló con un apasionado beso.


Notaba su cálido aliento. Notaba su ardor brotar por cada poro de su piel. Notaba como se iba humedeciendo a medida que sus movimientos se iban volviendo más atrevidos. Sus caderas se movían al compás de su ritmo... candecioso pero contínuo.

Notaba el sudor resbalarle por la espalda. Enero, una terraza y la camisa se le pegaba y eso que estaba desabrochada y repetidamente ella le mordisqueba los pezones. Corrientes electricas se deslizaban por su piel cuando Cris hacia eso.

No deseaba que parase. Un escalofrío le erizó la epidermis cuando la muchacha se separó de su cuerpo. Una queja brotó de sus labios;

  • Crissssss.... - Ella levantó los ojos y le sonrió con malicia. Le retiró la mano aunque su cuerpo le pedía que no lo hiciera. Sus manos en un parpadeo desbrocharon el botón y bajaron la cremallera de sus vaqueros. Y también en un parpadeo la vio arrodillarse ante él.
  • Acaba tu trabajo conmigo luego... ahora es tu turno... - Y su miembro desapareció en el interior de su boca.
  • ¡¡¡Deu Meu!!!
  • Heretge... - Se permitió bromear ella entre succión y succión.

Su lengua daba ligeras lamidas a los centímetros de virilidad que se erguían desafiantes ante ella. Pequeñas lamidas seguidas de inmersiones hasta lo más profundo que podía. Con uno de sus dedos le acariciaba la zona del perineo. En alguna parte había leído que era una de las zonas erógenas con más terminaciones nerviosas. Y, desde luego, no cabía ninguna duda que era cierto. ¡¡¡Mare de l'amor bell !!!

  • ¡¡¡Oh, Senyor, Cris!!! - La exclamación fue seguida de un rápido movimiento sobre su pelo para advertirla. Ella pareció comprenderlo y disminuyó la actividad. Para conseguir calmarle ligeramente se dedicó a jugar con la parte susperior de su pene1. Cuando le sintió más relajado volvió a la carga pero esta vez con más sosiego. Dedicandose a él en cuerpo y alma. Se merecía dedicarle todo el tiempo que fuera necesario. Que disfrutara como pocas veces lo había hecho.

Era generoso. Y siempre hay premio para las almas dadivosas. Por lo menos ella nunca se había negado a ofrecer sus habilidades a quien ella considerase que se las merecía. Y si algo tenía claro es que una persona como él que mostraba más interés por conseguir que su pareja disfrutara se merecía que pusiera a su servicio todas las mañas que había aprendido hacía tan solo un par de años.

Que locura. Que bien sabía. Y que bien se sentía poder ofrecerle ese regalo.


  • Crissss.... - Volvió a gemir. No creía que pudiera aguantar más los jugueteos de aquella diosa felatriz. - Crisssss... oh... senyor... oh... - Pero no paró sino que siguió y aumentó esta vez, al contrario que la anterior, la intensidad. Y no aguantó...

Apoyó la cabeza en la pared mientras intentaba retomar el control de su respiración. Entrecortada. Ella se incorporó retirándose algunos restos de la boca. En sus ojos no leyó desagrado. Había querido que aquello pasase y lo había logrado. Era asombrosa. Quería decir algo pero no le salían las palabras. Quería pensar algo coherente pero no podía.

Pegó de nuevo su cuerpo al suyo. Sus labios cerca de su oído derecho. Su mano volvió al interior de la ropa interior de ella. Ni siquiera dudo cuando volvió a besarla. No se merecía más que veneración por aceptar cualquier juego que él propusiese.

Era mágica y la devolvería el placer que le habia proporcionado. Y si tuviera fuerzas la haría suya en ese mismo lugar. Pero le había dejado exánime. Iría recuperando el aliento mientras besaba sus labios. Mientras sus dedos volvían a sumergirse en ella. Mientras la sentía aferrarse a él en un abrazo cuasi desesperado por encontrar algo en lo que agarrarse. Él la sostendría. No la dejaría caer.

Sus gemidos eran pura melodía. Sus jadeos le ayudaban a él a respirar. En estos instantes no se veía capaz de renunciar a vivir más momentos como esos. A poseerla y dejar que ella le hicera suyo tantas veces como desease. Le tendría tantas veces como les fuera posibles cruzar sus caminos. En la cama, encima de la mesa de la cocina... En la terraza. Donde el cuerpo pidiera acción y ellos pudieran desatarla sin interrupciones.

En esos momentos centraría todos sus esfuerzos en ella. Y no habría nada ni nadie más en el mundo. Ella y sus ojos. Ella y su sonrisa. Ella y su cuerpo. Ella y su sexo húmedo siendo suyo y no de ningún otro.

Sus curvas. Su aliento.

Ella. Cris.

La vecinita de la puerta de enfrente. Su Lolita particular. Su Venus convertida en mujer.

El sueño de cualquier hombre en su sano juicio.

Y su orgasmo explotó entre sus dedos. Con la muchacha exhalando un gemido profundo y gutural surgido de lo más profundo de sus entrañas. Visceral. Mediterránea. Mujer.

Y suya.

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