jueves, 23 de junio de 2011

Sturm y Kitiara

La noche que concebimos a nuestro hijo Steel nunca podré olvidarla. Sturm y yo habíamos salido de Solace hacía un par de meses. Al principio me divirtieron sus modales estrictos, su manía de no querer entrar en las tabernas como si esos lugares fueran nidos de depravación... luego me cansé. No me gustaba ni me gusta que me den órdenes y sus normas empezaban a tomar un cariz que no me agradaba. Decidí jugar con él y humillarle. Pensé en una pelea pero eso no sería tan humillante para él como caer seducido por mí y que luego yo le despreciara. Bueno he de decir en su favor que jamás nadie me ha follado como él lo hizo... Humillarle, sí quizá en la mañana lo hice pero durante la noche no mostró ni el más mínimo pudor a la hora de demostrarme que además de un caballero de Solamia era un hombre tremendamente dotado.

Aún me estremezco al recordar su verga metida en mi, al recordar el sabor de su leche en mi boca. Al rememorar sus gruñidos de placer y todavía puedo notar como si estuviera en aquella noche sus uñas clavándose en mi piel, sus dedos en mi ano...

Todo empezó cuando él vino a visitarme después de que en ese extraño viaje que estabamos haciendo por Lunitari yo resultara ligeramente herida. Quise que esa noche no se me escapara y le pedí que se quedara conmigo y que... me abrazara. Sus ojos reflejaron extrañeza. Nunca he sido una mujer que mostrara sus sentimientos, algunos incluso dudan que los tenga... bueno... los sentimientos no sirven de mucho... salvo quizá para hacerte débil. Esa noche en mi no primaban los sentimientos... quería poseerle sexualmente y luego echarle de mi lado de un puntapié. Sin embargo acabó aceptando y le hice un hueco en mi cama, él dudando todavía se tumbó y yo me acurruqué entre sus brazos. Si he de ser sincera lo cierto es que me agradó el contacto con su cota de mallas, me agradó su cálido aliento y me agradaron sus fuertes brazos entorno a mí. Una no puede controlar a veces los deseos del cuerpo y lo cierto es que mi sexo se humedeció al pensar en su pene, en sus manos recorriendo mi cuerpo... No sabía aún sin conseguiría que lo hiciera pero mi cuerpo lo estaba deseando.

Casi como si fuera un accidente mi mano izquierda se posó en su pierna de ese lado. Poco a poco la fui subiendo por debajo de la camisa que llevaba bajo la cota. Podía notar como él se tensaba pero en ningún momento hizo ademán de querer irse. Seguí ascendiendo hasta que estuve a escasos centímetros de su entrepierna. Él susurró mi nombre en tono quejumbroso... me pidió que no siguiera pero incorporándome sobre un brazo me senté a horcajadas sobre él. De un sólo movimiento me quité la camisola que llevaba mostrándole mi cuerpo desnudo... Ese cuerpo desnudo por el que tantos hombres han muerto y suplicado. Vi el deseo en sus nobles ojos... y quizá sólo quizá tuve un momento de duda... duda que se evaporó cuando él alargó su mano y acarició uno de mis senos. Yo gemí levemente sintiéndome terriblemente excitada. Realmente aunque yo había iniciado el juego no puedo decir que no me sorprendiera mi propia reacción. Todo mi cuerpo temblaba como una hoja, me estremecí con el solo roce de sus dedos en mis pezones. Jamás he estado tan encendida como esa noche... Lo que le di a Sturm de mí esa noche no se lo he dado a ningún otro hombre... ni tan siquiera a Tanis. Creo que esa fue la razón más importante, quiero decir, que Steel nació de esa pasión. Tanto fuego, tanto amor, si se le puede llamar así, tiene que dar un fruto. Y ese fruto fue nuestro hijo.

Le ayudé a quitarse la cota de mallas y luego la camisa. Me mordí los labios al ver su torso desnudo. Los músculos lo surcaban, el pelo, no muy abundante, era oscuro como sus cabellos castaños y su tórax se movía agitado por la excitación. Puse una mano a la altura de su corazón y pude percibir como éste latía aceleradamente. Me incliné sobre él y le besé en los labios. Fue un beso dulce... Había planeado que esa noche fuera una noche sin tregua pero aunque en cierto modo salió así también hubo mucha paciencia y ternura en todo lo que hicimos. Fue como si en vez de estar con alguien a quien deseaba hacer daño estuviera con el hombre que más amara en el mundo. Mi mente quería una cosa y ni por un momento desee retroceder en mis planes pero mi cuerpo y mi corazón lo amaron como sólo a él lo he amado. Estés donde estés, Sturm, sé que me odias por esa noche y por otras muchas cosas... pero quiero que sepas una cosa, en aquellos momentos fuiste el único hombre de la tierra al que amé con todo mi ser... quizá no fuera cosa mía pero es lo que sentí y lo que sucedió. Y ya no puedo ni quiero seguir negándolo porque fuiste, has sido y serás la mejor noche de sexo de mi vida. Y he tenido muchas.
Él correspondió a mi beso. Sus brazos me estrecharon contra sí. Tan solo unos segundos después se había deshecho de sus pantalones y calzas y yo de mis bragas. Ambos estábamos desnudos el uno sobre el otro y me quedé muda de sorpresa al ver aquel miembro que se alzaba entre sus piernas. Calculando a ojo debía medir unos 22 o 23 centímetros. Era además grueso y estaba tan duro como la espada de su padre que años después portara.

Me levantó entre sus brazos y me depositó en la cama. Luego se arrodilló entre mis piernas y vi como en un sueño como inclinaba su cabeza sobre mi sexo. Instantes después su lengua se encontraba en el mismo. Jamás nadie me había comido el coño, era mi primera vez... ¡y fue todo un caballero de la Orden quién lo hizo! No parecía muy experto en lo que hacia así que asumí que también era la primera vez para él pero Sturm siempre ha aprendido rápido y enseguida sus caricias me acercaron al primer orgasmo de esa noche. Cerré mis puños agarrando los bordes del colchón y mi cuerpo se convulsionó en espasmos de placer al tiempo que gritaba su nombre. Ni siquiera me di cuenta de que se había incorporado y que descendía sobre mi boca. Esta vez fue él quien me besó y pude degustar el sabor de mis propios jugos. Sus ojos brillaban de lujuria... ¿eras realmente tú, Sturm o algo te había poseído? Me cogiste la cabeza y me llevaste hasta tu miembro, vi en tus ojos lo que querías que hiciera y acepté sin protestar porque quería sentir tu dureza en mi boca... quería que te corrieras en mi boca y tragarme tu semen. Quería que formaras parte de mí 

No eras al primero al que se la chupaba pero si fuiste el primero con quien lo disfruté. Mi lengua recorrió tu mástil, mis dientes lo mordieron levemente, te chupé los huevos, y te oía gemir y pedirme que no parara. De repente me apartaste y con un ligero y sutil movimiento me volviste a tumbar sobre el lecho. Sin un momento de tregua me encontré con aquellos 23 centímetros dentro de mi coño, la sentía tan profunda que con solo esa sensación me volví a correr. Yo gritaba, me había incorporado y me abrazaba a tu cuerpo buscando un ancla en la que sostenerme. Mi cuerpo temblaba de tal manera que temía que las fuerzas no me sostuvieran. Tú te diste cuenta y pasaste un brazo por mi cintura. Me sostuviste y me dijiste que la noche acababa de empezar y que yo tendría que aguantar. Eso no era propio de ti y me asusté. Aunque quería parar no pude hacerlo porque pese a que estaba cansado mi cuerpo pedía más sexo, mucho más sexo. No sé que pasó esa madrugada, no sé si tú eras tú y ni tan siquiera si yo era yo... Quizá fuera cosa de los mismos dioses... quizá ellos planearon que nos uniéramos y que trajéramos al mundo a Steel. No lo sé.

Tú seguiste metiendo y sacando esa poderosa verga tuya hasta que todo tu cuerpo se tenso y noté como tu caliente esperma inundaba mi interior. Y de nuevo me corrí... Pero ahí no acabó la cosa. Me soltaste y caí rendida en la cama. Me miraste a los ojos y me susurraste que querías seguir. Ahogué un gemido... Temí que lo que había empezado como una venganza mía se volviera en mi contra y que acabaras conmigo a base de polvos. Pero sonreíste y suavemente empezaste a estimular de nuevo mi cuerpo... con paciencia, con tranquilidad. Y mi cuerpo respondió abriéndose de nuevo ante ti como una flor recibiendo su semilla. Yo, quizá inconscientemente, también empecé a recorrer con mis manos tu cuerpo, notando tu musculatura, la sorprendente suavidad de tu piel, oliendo la mezcla de sudor y olor a sexo. Metiste primero un dedo en mi sexo, luego dos, y poco a poco toda tu mano estuvo allí dentro. Y me moría de placer. Gemía, te pedía que no pararas. Pero lo hiciste... sacaste suavemente tu mano para no hacerme daño y me susurraste al oído que querías metérmela por el culo... ¡y por los dioses, acepté! Me moría con sólo imaginarme tu polla perforando mi ano, tus manos acariciando mi clítoris para amortiguar el dolor... Nunca me habían sodomizado... ¡en qué estaba pensando! Bueno si lo sé... estaba pensando en que en ese momento deseaba que la polla del hombre que ¡¡¡amaba!!! estuviera dentro de mi, y que entrara por donde quisiera pero que entrara. Esa noche te amé como nunca he amado a nadie. No sé si te sentirás honrado al saberlo pero yo sin me siento orgullosa de haberte querido de semejante manera. Aunque luego no me gustara reconocerlo y tan sólo tú y yo supiéramos lo que sucedió realmente. Ni tan siquiera te dije que de ese amor nació un hijo... me dolía saber que había amado y que lo había rechazado. Me sentía estúpida... y odiaba sentirme estúpida... por supuesto, te acabé echando la culpa de lo sucedido... por no haber sabido contenerte cuando tenías que haberlo hecho. ¡Soy una necia, lo sé! En cuestión de metérsela a una mujer no eres distinto de los demás hombres... pensáis con la polla y yo sé que mi cuerpo, o la visión de él, solo aumenta el grosor de la misma. Sólo sé que tu manera de hacer el amor ha sido la más excitante que haya conocido y ni siquiera puedes llegara a imaginar la de veces que después de aquello me he masturbado pensando en lo que hicimos tú y yo al enlazar nuestros sudorosos talles. Te amé. Lo siento.

Me puse a cuatro patas encima del lecho y tu me abriste el culo. Luego escupiste sobre él y también en la palma de tu mano para restregar luego la saliva por tu falo que de nuevo había recobrado su forma y dureza tras haberte corrido dentro de mí. Noté la cabeza de tu pene en la entrada de mi ano y me preparé para que me doliera. ¡Y dioses cómo lo hizo! Pero aguanté, Kitiara Uth Matar siempre ha soportado con estoicismo el dolor, sobretodo si luego poco a poco, con tus dedos jugando en mi clítoris y en mis pezones, el dolor fue siendo sustituido por una fuego abrasador de placer y deseo. Empecé a mover mi trasero queriendo que entraras más dentro, hasta el centro de mi ser... Creó que me corrí dos o tres veces más y seguía pidiendo que no pararas. ¡No lo hiciste! Estuviste cerca de diez minutos con tu enorme polla en mi culo taladrándolo. Rugiste como un animal cuando derramaste tu semilla en mi estrecho pasadizo. Sacaste entonces tu polla de mi agujero y me tumbaste en la cama, me abriste las piernas y te lanzaste sobre mi coño como un loco. Empezaste a comértelo con la mezcla de tu esperma y mis jugos y conseguiste que me corriera de nuevo. Luego una vez pasó la tormenta de pasión nos quedamos dormidos abrazados el uno al otro.

A la mañana siguiente volviste a ser el tonto que yo creía que eras. Me pediste que me casara contigo. Estabas avergonzado de lo que había sucedido. Me sentí dolida porque si no hubieras mostrado esos sentimientos te habría dicho que sí. En vez de eso me reí en tu cara y te abandoné. ¿Me arrepiento de haber rechazado tu oferta? No lo sé... Creo que si te amé esa noche, y te amaba esa mañana es posible que hubiera conseguido amarte durante el resto de mi vida. Pero no soy una persona que viva en el pasado. Afronté mi decisión y continué con lo que creía que debía ser mi vida. Y mi vida estaba al lado de la Reina de la Oscuridad, siendo tu enemiga. Mi destino era matarte y lo hice. ¿Cómo puede nadie no sufrir cuando se mata al hombre al que se ama? Todos pensabais que amaba a Tanis... en el pasado... durante mi juventud... lo hice. Lo quise... Siendo ya adulta te amé a ti, Sturm Brightblade. Y te maté. Y contigo murió el poco corazón que aún me quedaba. Y te odie por haberme hecho conocer el amor pero también el odio. A veces cuando se ama con tanta intensidad, el odio también está muy cerca. Yo te amé y te odie con la misma violencia.


No hay comentarios:

Publicar un comentario